La relación entre Jung y Freud marcó una etapa fundacional en la historia de la psicología moderna. Se conocieron en 1906, cuando Jung escribió a Freud expresándole su admiración por “La interpretación de los sueños”. Freud, entonces marginado por la comunidad científica, vio en Jung a un aliado valioso por su origen no judío y su prestigio académico. Lo nombró primer presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional en 1910.
No obstante, las diferencias teóricas se profundizaron rápidamente. Freud sostenía una visión monista de la libido centrada en la sexualidad infantil y en el conflicto edípico como eje de la vida psíquica. Jung, por su parte, concebía la libido como una energía psíquica indiferenciada, capaz de manifestarse en múltiples direcciones: espiritual, estética, creativa. Mientras Freud reducía el mito de Edipo a una expresión de la sexualidad reprimida, Jung lo interpretaba como un arquetipo universal, símbolo de procesos psíquicos profundos presentes en todos los seres humanos.
Esta divergencia culminó en 1913 con una ruptura definitiva. Jung sufrió una intensa crisis personal que lo llevó a una inmersión introspectiva de varios años, plasmada en su obra “El Libro Rojo”. De esta crisis emergería la Psicología Analítica, un sistema independiente que ampliaba la comprensión de la psique más allá del modelo psicoanalítico.
Carl Jung aportó a la psicología una comprensión profunda y simbólica de la psique humana. Fundó la Psicología Analítica e introdujo conceptos clave como el inconsciente colectivo, los arquetipos y el proceso de individuación. Fue pionero en el estudio de los complejos, propuso una tipología de personalidad basada en funciones y actitudes, e integró disciplinas como la mitología, la religión y la alquimia en el análisis psicológico. Su enfoque terapéutico promovía el desarrollo integral del individuo, más allá del alivio sintomático, buscando la autorrealización y el sentido. A continuación se detallan los más relevantes:
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