La codificación es el libro de los Espíritus fue publicado inicialmente el 18 de Abril de 1.857, vemos que en su tercera parte trata del destino de los espíritus decodificándose, como se sabe en la tercera gran obra del Pantateuco espiritista: el Evangelio según el espiritismo. Este libro, indiscutible código de amor, nos abre los caminos para acceder a la grandeza divina, verdadero grado de plenitud del ser espiritual que somos, como destaca Emmanuel en Viña de luz.
Sólo la aplicación, en nuestra vidas, de la cuestión 918 del Libro de los Espíritus LE sobre el carácter del hombre
Muestra que no somos hombres de bien si no practicamos la Ley de Justicia, de Amor y de Caridad. si no somos hombres de bien en tres situaciones diferentes: ante el prójimo, ante Dios y ante nosotros mismos. ¡Analicemos!
Puedo me preguntar: ¿me considero un hombre de bien? Sí, evidentemente. Cumplo con los compromisos asumidos, pago puntualmente mis deudas y busco no ser malo ni injusto. ¿Pero eso es suficiente? No; es poco. Eso me hace honesto con los hombres, pero no delante de Dios.
Para ser honesto ante Dios es preciso que yo valore mi encarnación, ese ademán de la misericordia divina, no me exasperando, no perdiendo la fe, no culpando la suerte por mis errores y no adoleciéndome sin necesidad por la codicia, por la vanidad y por la busca irrefrenable de los superfluos.
Y para ser honesto delante de mí mismo, tengo de cuidar de mis sentimientos de modo a añadir virtudes y eliminar defectos. Simple. Basta no ponerse nervioso, insatisfecho, no melindrarse, etc. No podemos ser al mismo tiempo desinteresados y avarientos, pacientes y aflictos. ¿Por qué no conseguimos administrar bien estos sentimientos? Porque nos faltan atributos, obviamente. Queríamos mucho, sin embargo aún no estamos en el tiempo de controlarnos, porque la fe aún está embrionaria. Vivimos en un mundo de pruebas y expiaciones y él no está en esa categoría por sus ríos, sus montes, sus bosques, sino por el conjunto de las almas que habitan este planeta. Quien pasa por las pruebas y expiaciones son los Espíritus y no la geología terrestre.
Los Espíritus afirman que las dos mayores enfermedades del hombre son el orgullo y el egoísmo, peores que los cánceres o la SIDA, los infartos y las ulceraciones de toda naturaleza. Éstas acaban después del desencarne, sin ambargo las enfermedades del carácter nos acompañan por la eternidad y su cura solamente es conseguida con la reforma interior mientras somos testados por la vida. No son detectadas por ultrasonidos, resonancias, rayos X, tomografias o análisis de sangre. El equipo usado por Dios aún no es del conocimiento de los hombres. O empezamos a curarlas desde ya o continuaremos almas imperfectas saliendo de esta encarnación sin ninguna mejora espiritual. El momento es aquí y ahora. La separación de la cizaña y el trigo ya está adelantada.
Ser hombre de bien, por ahora, solo es posible en el aspecto social. Si es patrón, ser generoso; si es empleado, ser dedicado. Si es padre, ser responsable; si es hijo, ser agradecido. Si es rico, ser caritativo; si es pobre, ser resignado y humilde. El hombre de bien de este instante de la humanidad se ve por las pequeñas cosas, en los ademanes de gentileza y educación, cuando tiene la boca cerrada a los comentarios malignos, cuando no es juez apresurado del comportamiento ajeno. Disculpa porque sabe que también necesita el perdón, ya que se equivoca aún en un volumen comprometedor. El hombre de bien, citado en los textos mencionados anteriormente, tiene aún una larga carretera a recorrer y ella envuelve un sin número de encarnaciones purificadores. Pero eso no debe ser motivo de desánimo. Si ya sabemos sobre el guión de la evolución y tenemos los recursos ofrecidos por el Espiritismo, con total claridad, sabemos que ya caminamos mucho, a pesar de aún faltar la gran parte del camino.
Sigamos la propuesta de San Agustín, en la cuestión 919 de El Libro de los Espíritus, en la cual nos orienta sobre el auto conocimiento. Podemos trazar un guión seguro para análisis de uno mismo, que repetiremos con cierta frecuencia, a fin de irmos a cada tiempo modificándonos y sustituyendo los defectos más comunes por las virtudes que los neutralizan. Un por vez, a los pocos. Comenzando por los más fáciles o por los que más nos comprometen. Parte se consigue en el contacto con el semejante, parte en nuestra conversación con Dios y grande parcela con la tentativa de domar la fiera que vive en nuestro corazón y que está siempre lista a atacar. Un poco por día, por mes o por año. desde que comencemos luego, porque el tiempo está terminando y el tren para el exilio ya está en los trillos y con las calderas encendidas, esperando solamente por los pasajeros invigilantes. Podemos alterar el sentido de nuestra vida y candidatarnos a quedar en la Tierra en su período de promoción a Mundo de Regeneración. No es difícil, pero demanda algún esfuerzo. ¡Pero al final, valdrá mucho la pena! ¡Buena suerte para todos nosotros!
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